viernes, 29 de junio de 2007

Románticos go home

Románticos go home.
En un tiempo fue Sandro. Su propuesta de un erotismo que mezclaba la ternura de Aznavour con el desenfreno de Elvis fue el gran sex symbol nacional y sus recitales eran ceremonias donde el sudor y el deseo eran los principales maestros de ceremonia. Fiel a su machismo de barrio, atemperado por el sagrado adagio de que un hombre es un caballero, Sandro proponía en sus letras que el cuerpo femenino era una caja de resonancia de todo lo que agitaba en su interior, incluido lo que para ciertas morales de época no debía decirse a viva voz. Y el trabajo erótico consistía en sacar eso a la luz, vaya como ejemplo: “por ese palpitar que tiene tu mirar, yo puedo presentir que tú debes sufrir”.Sandro no ha tenido recambio y el género melódico del que fue estandarte nacional por el mundo, hoy está, si puede decírselo así, falto de aliento.
Entre el melódico nacional, el erotismo ha sido reemplazado por la autoayuda o las confesiones de los dilemas de los artistas en estos tiempos de tanta transa (Alejandro Lerner y su esforzada rima de “defender mi ideología, buena o mala pero mía”; Diego Torres y sus proezas fisiológicas de “mirar el futuro con el corazón”). El orgullo argentino ha debido aceptar herido que el lugar de Sandro haya sido ocupado por Ricardo Arjona, quien se instaló en Buenos Aires a cumplir con los rituales favoritos del Gitano, batir récords de asistencia y no dar entrevistas. Claro que, sin que la métrica y la rima hayan dado síntomas de mejoría, el guatemalteco propone (como hace Shakira y sus sinceras caderas) un erotismo que va del cuerpo al cuerpo. De allí que le pueda cantar a la menstruación con versos como estos: “De vez en mes a ti te da por tomar siestas,
a tus hormonas por las fiestas y el culpable siempre yo.” Un erotismo con alitas y sin embargo de poco vuelo. Pero que habla de cuerpos, de pasiones y de encuentros y desencuentros. El público femenino que ha seguido a Sandro por décadas tal vez hoy no quiera que le susurren recetas para vivir y no encuentra las viejas palabras que hablaban del amor. Y el príncipe azul llega de algún país latino que se queda con los Grammys que alguna vez nos supimos ganar.

(Esto era un recuadro que debía acompañar una nota sobre el consumo cultural de las mujeres que salió en Ñ. Puede que no haya salido por cuestiones de espacio o de alguna otra índole, pero como nadie me dijo nada)

viernes, 22 de junio de 2007

pausas

Ayer a la noche escuché con más detenimiento que lo habitual la versión que hace Shirley Horn de Yesterday. La mina le pone pausa, mucha pausa, se la escucha respirar. Y hace verdadera una canción que es muy trucha. ¿Cuántos años tendría McCartney cuando la compuso? 25 a lo sumo. ¿Y cómo puede decir que "all my troubles seem so far away" ¿De qué habla? Hay en el rock una zona de nostalgias inventadas como si no se pudiera andar sin hacer declaración jurada de que uno tuvo un pasado más feliz que ahora. Vaya como ejemplo "hubo un tiempo que fui hermoso, que fui libre de verdad", o "todo tiene un final, todo termina", un carpe diem religioso y fuera de edad. Pero volvamos a Shirley, esas pausas, ese estar a punto de empezar y tomarse un segundo más, ¿no es como ese segundo que uno demora antes de acabar, de correrse? ¿No encajaría mejor la idea de "petit mort" para hablar de esa demora en la que nada pasa más que la espera y la excitación en su estado más absoluto, que usar la idea para la vulgata eros-tanatos? ¿habrá que ser siempre tan lacaniano? ¿hay que adorar a Bataille? El secreto está en la pausa. Me pasó antes con Marianne Faithful cantando "Boulevard of broken dreams". La había oído antes por Tonny Bennet. Y Tony me gusta. Pero acá está entregado sin resistencia al fandango (ese es el ritmo) del compositor y todo su énfasis, como apurado para salir del boulevard. Marianne se queda allí para ver que encuentra. Andá a saber, hay que tener ganas de comparar sueños rotos. Pero no deja de tener una rara dignidad. Querer formar parte de la raza de los pausados. ¿Cuál será el precio a pagar?

viernes, 8 de junio de 2007

E alora macri

Es una pena que la obligación de lo políticamente correcto haya impedido el chiste fácil de que Michetti hizo que la elección de Macri fuera sobre ruedas.
¿Qué hará Macri con la cultura? ¿Habrá artesanos en las plazas? ¿Cuántos programas de Ciudad Abierta pasarán a canal (a)? ¿Llegará alguno al canal 7? ¿No podría organizar Lufrano un reality con esto?
Nadie comenta demasiado que el voto a Macri no fue voto castigo, ni demostración de oposición, sino, en su mayoría voto positivo, o sea: privaticemos, reprimamos, abracemos a Blumberg, cerremos los hospitales a los del Gran Buenos Aires, echemos a cartoneros y piqueteros (menos a Castells). Como también fue en positivo el voto en Neuquén al pichón de Sobisch (tipo que mandó matar maestros y que se dedicaba a comprar votos en la legislatura provincial). O sea que vamos para allá (a la derecha que es democrática si no queda más remedio). En cuanto comienzan los conflictos para redistribuir un cachito, se acabó la sensibilidad social. ¿Terminaremos por extrañar los finales del 2001?