miércoles, 11 de julio de 2007

Una carta para José Pablo

El otro día zapeando, te encuentro en TN repitiendo tu perenne queja sobre la incomprensión que rodeó la aparición de La astucia de la razón, una incomprensión que nació de una crítica –que firmé yo en Página/12- y que según tus palabras televisivas “hasta me acusaron de plagiar al escritor (austríaco tuviste que aclarar porque estabas en la tele) Thomas Bernhard”. Lo que sucede es que como no escribí algo así como “la aparición de La astucia de la razón llega para paliar la absoluta orfandad de obras maestras en la literatura nacional. Lo que es de lamentar es el tiempo en que debamos esperar hasta que un nuevo texto de Feinmann nos esclarezca sobre nuestro destino como seres humanos y como argentinos además de mejorar nuestra calidad de vida con el solo contacto con su prosa irreprochable y luminosa”. Tampoco te acusé de plagiario. Planteé entonces algo que sigo pensando hoy: que la técnica narrativa de Bernhard –de la que te serviste, y, repito, no me parece mal- no era adecuada para contar, al modo hegeliano que elegiste, una historia de síntesis y de reencuentros. Podría ir más lejos y decir que, pese a tus protestas que me costaron más de un empleo (gracias a la ayuda de tu amigo y editor Juan Martini), y al castigo que me implicó en el diario que no pudiera reseñar durante un largo tiempo ningún libro de ficción, vos no tuviste la certeza de que yo hubiera estado equivocado y no volviste a escribir hasta hoy con esa técnica. Pero si vos escribieras para abrir el juego de los debates y no para plantar tu pica en el terreno de la verdad, incluso deberías haber celebrado una crítica que abriera las discusiones sobre cómo contar la historia del país. Durante mucho tiempo me callé todas estas cosas, pero la verdad que verte con el mismo sonsonete a lo largo de los años me pareció que ameritaba que contara ciertas cosas, sabiendo que vos tenés las cámaras a tu favor y yo un simple blog. Así las cosas.

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