sábado, 7 de abril de 2007

clases bajas

Un poco más de la tele: hace unos años viene copando la tele la clase media baja (sociología un tanto imprecisa), que se define por saberse debajo de alguien (que no es superior) al que siempre le está oliendo el culo. Abajo saben que hay otros, pero que no le huelen el culo sino que significan una amenaza. (Remito al que le interese a leer la página final de 1280 almas de Jim Thompson y su tesis de porqué los perros se huelen el culo unos a otros –la respuesta es que alguna vez todos dejaron el ojete en un lugar, hubo una tormenta y los desparramó. De allí que anden con un ojete ajeno y huelan buscando el propio). Bueno, esta gente anda por el mundo con el ojete subvalorado. Tal vez esto explique tanto humor escatológico. Pero lo que los define es una relación con el lenguaje que tiene que ver con lo diarreico, por un lado: toda metáfora es expansible y alcanza para explicarlo todo. Ejemplo claro: Bazán en Canal 13 sobre las inundaciones; “la situación hizo salir a flote lo mejor y lo peor de cada uno”. La otra parte de la relación tiene que ver con el estreñimiento: las palabras sólo van en una dirección así que el lenguaje sólo puede ser claro. Las palabras son la cosa que nombran: un gato es una prostituta y ya no un felino y menos todavía las dos cosas al mismo tiempo. Es decir que la lengua no tiene otro destino que la felicidad, o sea la comunicación absoluta. De allí el odio militante por la literatura, un enemigo menor en términos cuantitativos, pero al que le pegan tupido igual que a lo que llaman “intelectuales” que se definen porque viven en relación con los libros y usan el lenguaje de modo ambiguo.

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